Tengo familia. Tengo trabajo. Tengo vida. ¿En serio?

Si al día no le ponen unas 10 horas más. Imposible. Pero si aprendes a manejar las herramientas adecuadas. Podrás decirlo tú también.

Tengo familia. Tengo trabajo. Tengo vida. ¿En serio?
Photo by Mark Olsen / Unsplash

¿Es todo tan complicado o me lo complico yo sola?

Pues seguramente un poco de las dos cosas.

Cuando 24 horas no son suficientes

Intentar llegar a todo es una locura. Familia, trabajo, casa, amigos, tiempo para uno mismo (si es que existe). Y lo peor es que parece que el día se queda siempre corto. Como si hiciera falta que alguien nos regalara diez horas más para poder respirar.

Pero aquí va la verdad. Esas diez horas extra no van a llegar. Y aunque duela aceptarlo, es una realidad. La carga sigue ahí.

Las expectativas también.

Y nosotras, corriendo para intentar cumplir con todo. Lo que sí podemos hacer es cambiar la forma en que gestionamos nuestro tiempo, nuestras prioridades y nuestra energía.

No se trata de hacer más, sino de hacer mejor.

No de ser perfectas, sino de ser más inteligentes con nuestro esfuerzo. Aquí te cuento cómo he aprendido a lidiar con este reto diario (o al menos, cómo intento sobrevivir sin perder la cabeza).

Porque sí. Se puede encontrar un poco de paz en medio del caos.

La familia como base... y como caos

La familia es nuestro refugio. Nuestra tribu. El lugar donde nos sentimos queridos y acompañados. Pero también es el epicentro de muchas exigencias, responsabilidades y (seamos sinceros) un poco de caos.

Desde pequeños nos enseñan que la familia es lo más importante. Pero, ¿Quién nos enseña a gestionar las expectativas, las tensiones y el equilibrio entre dar y recibir?

Yo he pecado bastante en mi vida de intentar ser la persona perfecta para todos. La hija, la hermana, la pareja, la amiga, la profesional que no falla. Hasta que un día me di cuenta.

No podía con todo. Y no tenía por qué poder con todo.

Ahí empezó mi cambio.

Aprendí que la clave está en:
Poner límites sin culpa. Porque decir "no" no es egoísmo, es salud mental.
Comunicarse sin miedo. Expresar lo que sientes y necesitas evita malentendidos y reduce cargas innecesarias.
Aprender a delegar y confiar en los demás. No tienes que hacerlo todo sola. Compartir responsabilidades aligera el peso y fortalece las relaciones.

Cuando dejé de intentar ser la superwoman de mi familia, descubrí que en realidad nadie esperaba eso de mí. Y gané mucha, muchísima paz.

Conciliar no es hacerlo todo

Conciliación.

¡Bonita palabra!

Pero en la vida real se traduce en intentar hacer malabares con mil cosas sin que ninguna se caiga al suelo. Trabajo, niños, casa, pareja, vida social. Y al final del día, uno se pregunta:

¿Y yo dónde estoy en todo esto?

La solución no es hacer más, sino hacer distinto.

Algunas cosas que me han salvado:
Priorizar. No todo es urgente. No todo es imprescindible.
Delegar. La carga es más ligera si se reparte.
Establecer rutinas. Ahorran tiempo y dan estabilidad.
Decir NO. Sin explicaciones. Sin culpa.

Cuando empecé a aplicar esto, pasé de vivir corriendo a sentir que tenía más control sobre mi tiempo. Y sí, aún hay días caóticos. Pero ahora sé que no necesito ser perfecta para que todo funcione.

Tiempo de calidad, no cantidad de tiempo.

Pasar tiempo con la familia es importante.
Pero no es cuestión de estar todo el día juntos, sino de cómo estás cuando estás.

Puedes estar horas con alguien y no haber compartido nada real. O puedes tener un momento corto, pero profundo y significativo. Y en una vida llena de prisas, aprender a hacer que esos momentos cuenten es clave.

¿Cómo mejorar la calidad del tiempo con los tuyos?

Sin distracciones. Móvil fuera. Nada de responder mensajes o pensar en la lista de pendientes. Estar presente es la clave.

Con pequeñas tradiciones. Una cena especial, un paseo, una charla nocturna. No hace falta que sea algo grande, lo importante es que sea constante.

Escuchando de verdad. No solo oyendo, sino prestando atención. Mirando a los ojos. Sintiendo lo que el otro dice.

Riendo más. La risa une. Y aligera cualquier problema. Un chiste tonto, una broma interna, un juego improvisado pueden cambiar el ánimo del día.

Expresando cariño. A veces damos por hecho que el otro sabe que le queremos, pero decirlo y demostrarlo nunca sobra.

Desde que cambié el chip, las relaciones con los mi familia y amigos cambiaron. No se trata de estar más tiempo, sino de estar presente de verdad.

Cuando estás de verdad, aunque sean solo unos minutos, dejan huella.

Y tú, ¿cuándo?

Hablemos en serio: tú también importas.

Lo más seguro es que vayas en piloto automático todo el día, que des y des sin recibir nada a cambio.

Piénsalo. Algo no está bien.

Llegar al final del día agotada, sin un solo momento para ti, no es normal, aunque muchas veces lo parezca. Aunque se haya convertido en tu modo de vida. Aunque nadie a tu alrededor parezca darse cuenta de que nunca tienes tiempo para ti. Aunque a nadie le importe que estés todo el tiempo haciendo algo, atendiendo a alguien, preparando algo o cuidando a alguien.

Hasta que de pronto explotas.

STOP.

Cuidarte no es un lujo ni un capricho. Es una prioridad. Porque si tú no estás bien, nada a tu alrededor funcionará del todo.

Estas son las herramientas que practico a diario y que te pueden ayudar a aprender a priorizarte sin sentir culpa:

Reservar tiempo para mí. Aunque sean 10 minutos, pero son míos y los defiendo como oro.

Practicar mindfulness. Para frenar y respirar entre el caos, sin sentir que todo me arrastra.

Poner límites claros. Sin dar explicaciones de más ni justificar cada decisión.

Decir "no" sin culpa. Porque no puedo con todo y está bien que sea así.

Recordarme que si yo estoy bien, todo a mi alrededor también mejora. No es egoísmo, es equilibrio. Trabaja la energía.

Rodearme de gente que suma. Porque las relaciones que drenan energía no tienen cabida en una vida con paz.

Desde que empecé a aplicar esto, no solo me siento mejor, sino que también soy mejor para los demás. Porque el equilibrio empieza por dentro.

Que no te gane la vida.

No te dediques a sobrevivir.

Te mereces vivir la vida. Te mereces más. No te dejes arrastrar por la corriente, mientras a penas puedes sacar la boca para coger un poco de aire, que te permita no ahogarte.

Estás aquí ahora. Has parado a pensar. Tienes las claves para cambiar la forma en la que vives y afrontas las cosas.

No hay fórmulas perfectas. Pero hay formas de hacerlo más llevadero.

A veces el caos es real. Otras veces, nos lo generamos nosotras mismas. Pero siempre hay margen para mejorar.

Toma lo que te sirva de aquí y ajústalo a tu vida. No intentes ser perfecta. No busques hacerlo todo.

Hazlo lo mejor que puedas. Y recuerda: tú también cuentas.

Si quieres seguir aprendiendo sobre gestión del tiempo, motivación personal y equilibrio, aquí seguimos.

Día a día. construyendo una vida con más paz, menos culpa y más sentido.

Con cariño,

Olivia.