No soy yo, son mis hormonas.

Cómo entenderte (y tratarte mejor) en cada etapa de tu vida.

No soy yo, son mis hormonas.
Ser mujer es cíclico. No estamos hechas para funcionar siempre igual. Y eso está bien.

Un día te sientes imparable. Al siguiente, te quieres esconder debajo de una manta y no hablar con nadie. Todo te sobrepasa. En mitad de una reunión te dan ganas de llorar. No soportas a nadie, tu estado de ánimo cambia y la paciencia ni se la ve ni se la espera.

No es casualidad. Las hormonas influyen en todo: cómo te sientes, cómo piensas, cómo reaccionas ante el mundo. Y aunque siempre han estado ahí, pocas veces nos enseñan a entenderlas o a gestionarlas.

Vivimos intentando encajar en un ritmo que no siempre coincide con nuestro cuerpo. Nos exigimos funcionar igual cada día, sin escuchar las señales que nos envía. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de luchar contra ello, aprendemos a fluir con nuestros propios ciclos?

Tu cuerpo no está en tu contra

Lo primero que quiero que sepas: no estás loca, no estás exagerando, no eres “demasiado emocional”. Lo que sientes tiene una base real, y la mayoría de nosotras lo experimenta en mayor o menor medida.

El problema es que a muchas nos educaron para ignorarlo. Para minimizar lo que sentimos. Para seguir adelante como si nada pasara.

Pero la verdad es que nuestro sistema hormonal es un motor poderoso que afecta todo:
✔ Nuestro estado de ánimo.
✔ Nuestro nivel de energía.
✔ Nuestra capacidad de concentración.
✔ Nuestra ansiedad o tranquilidad.
✔ Incluso cómo nos relacionamos con los demás.

Cuando entiendes esto, cambia la forma en que te tratas a ti misma. No es debilidad. Es biología. Y lo que toca es aprender a trabajar con ella, no en su contra.

Cambios hormonales a lo largo de la vida

Las hormonas no son solo "cosas del cuerpo". Son mensajeras químicas que regulan cómo piensas, cómo sientes y cómo reaccionas ante el mundo. Y aunque no las veas, están ahí, moviendo los hilos de tu energía, tu estado de ánimo y hasta tu nivel de motivación.

Cuando entiendes su impacto, todo cobra sentido. Ese día en el que te sientes imparable y al siguiente no puedes con nada… no es casualidad.

La mismísima regla

Cada ciclo hormonal es como una montaña rusa. Tiene subidas, bajadas y momentos de pausa. Y cada fase influye en cómo nos sentimos.

Semana 1 (Días de menstruación) – Bajón total. Estrógenos y progesterona están en su nivel más bajo. Es normal sentirse más cansada, irritable o con la necesidad de estar sola. Aquí, el cuerpo pide descanso.

Semana 2 (Fase folicular, después de la regla) – Energía en aumento. Los estrógenos suben y con ellos la motivación, el optimismo y las ganas de hacer cosas. Aquí es cuando te sientes más creativa, sociable y enfocada.

Semana 3 (Ovulación y comienzo de la fase lútea) – Pico de estrógenos, pero también aparece la progesterona. Aumenta la sensibilidad, puede que te sientas más introspectiva o que notes que tu estado de ánimo empieza a fluctuar.

Semana 4 (Pre-menstruación) – ¡Alerta roja! Aquí es donde muchas nos sentimos ansiosas, irritables o con menos paciencia. La progesterona baja y el cuerpo se prepara para un nuevo ciclo. No es solo un "capricho", es bioquímica pura.

Si alguna vez te has sentido culpable por no rendir igual todos los días, aquí tienes la explicación: tu cuerpo no está diseñado para funcionar como un reloj de trabajo de 9 a 5.

Nuestro sistema hormonal no es lineal, es cíclico. Nos enseñaron a ignorarlo, a empujar más fuerte cuando estamos agotadas y a sentirnos "flojas" cuando no podemos con todo. Pero, ¿y si en lugar de forzar, aprendemos a escuchar?

Entender tu ciclo te ayuda a anticiparte. Saber que ciertos días vas a estar más cansada o más irritable te permite organizarte mejor y, sobre todo, ser más compasiva contigo misma.

Adaptar tu rutina según tu energía te permite sacarle más partido a cada fase. Si sabes que una semana estarás más enfocada, úsala para proyectos exigentes. Y si otra necesitas más descanso, respétalo sin culpa.

Darte permiso para sentir lo que sientes, sin etiquetarlo de "dramático" o "exagerado". Porque no es que seas demasiado sensible, es que tu cuerpo está en otra fase y está bien.

Las hormonas no son un enemigo. Son una brújula. Cuando aprendes a seguirlas, dejas de sentir que estás constantemente nadando a contracorriente.

Embarazo y postparto: Una revolución total.

Si el ciclo menstrual ya trae cambios, el embarazo y el postparto son un terremoto hormonal en toda regla.

Durante el embarazo, los estrógenos y la progesterona se disparan. Puedes sentirte más emocional, con cambios de humor repentinos o incluso con un subidón de energía y creatividad. Pero no todas lo viven igual. Algunas experimentan un estado de calma profunda, mientras que otras sienten ansiedad o tristeza sin motivo aparente.

Y luego llega el postparto. La caída de hormonas es brutal. Sumado al cansancio extremo y a la adaptación a una nueva vida, muchas mujeres sienten que no se reconocen. El famoso "baby blues" es real. Y en algunos casos, puede derivar en depresión posparto.

Lo importante aquí es recordar que no estás sola, que lo que sientes es válido y que pedir ayuda no es debilidad, es autocuidado.

Perimenopausia y menopausia

Si la adolescencia es un huracán hormonal, la perimenopausia y la menopausia son otra tormenta de igual intensidad. El cuerpo cambia, la mente cambia, la manera en que nos sentimos cambia.

Pero a diferencia de la adolescencia, donde los cambios son esperados y casi "socialmente aceptados", la menopausia es muchas veces un tema tabú. Se habla poco, se entiende menos y, a menudo, se vive en silencio.

Vamos a romper ese silencio. Porque la menopausia no es el fin de nada. Es el inicio de una nueva etapa. Y aunque tiene sus retos, entender lo que está pasando puede hacer una gran diferencia.

La perimenopausia es la fase de transición antes de la menopausia real. Puede durar entre 4 y 10 años, aunque algunas mujeres la experimentan por menos tiempo. En esta etapa, los niveles de estrógeno y progesterona empiezan a fluctuar de forma irregular.

Esto significa que algunos meses puedes sentirte "normal" y otros meses, como si estuvieras en una montaña rusa emocional y física. Algunos de los síntomas más comunes incluyen:

Ciclos irregulares: Periodos más cortos, más largos, más abundantes o más escasos. A veces desaparecen por meses y luego vuelven.
Sofocos y sudores nocturnos: Esa sensación de calor repentino que empieza en el pecho y sube hasta la cara, acompañado de sudoración y, a veces, hasta palpitaciones.
Dificultad para dormir: Insomnio, despertares nocturnos o sensación de no haber descansado bien.
Cambios de humor: Irritabilidad, ansiedad o tristeza sin razón aparente.
Fatiga extrema: No importa cuánto duermas, sigues sintiéndote agotada.
Problemas de memoria y concentración: Lo que algunas llaman "niebla mental", donde te cuesta recordar cosas o mantener el enfoque.

La perimenopausia es un proceso, no un evento repentino. Puede empezar en los 40s o incluso en los 30s para algunas mujeres. Y aunque a veces puede ser desconcertante, no estás sola y no estás loca. Es tu cuerpo ajustándose a un nuevo equilibrio.

¿Y la menopausia?

Se considera que una mujer ha llegado a la menopausia cuando ha pasado 12 meses consecutivos sin menstruar. En promedio, esto ocurre alrededor de los 50 años, pero puede ser antes o después, dependiendo de cada cuerpo.

En este punto, los niveles de estrógenos han caído significativamente, lo que trae algunos cambios importantes en el cuerpo:

Metabolismo más lento: Es más fácil ganar peso y más difícil perderlo.
Piel y cabello más secos: La falta de estrógenos afecta la producción de colágeno.
Menor lubricación vaginal: Puede causar incomodidad o dolor en las relaciones.
Aumento del riesgo de osteoporosis: Los huesos se vuelven más frágiles.
Mayor sensibilidad emocional: Algunas mujeres experimentan ansiedad o cambios de humor más marcados.

Pero aquí viene la parte importante: no es el fin de tu bienestar. Con los ajustes adecuados, puedes sentirte bien y disfrutar de esta etapa de la vida sin que los síntomas te dominen.

¿Cómo vivir esta etapa con más equilibrio?

La menopausia no es una sentencia, es una transición. Y aunque puede traer desafíos, hay muchas maneras de hacer que el proceso sea más llevadero.

  1. Cuida tu alimentación

Los alimentos que comes pueden influir muchísimo en cómo te sientes. Algunas claves:
Más proteínas y grasas saludables para mantener el metabolismo activo.
Alimentos ricos en calcio y vitamina D para cuidar los huesos.
Menos azúcar y harinas refinadas para evitar picos de energía y fatiga.
Infusiones y alimentos ricos en fitoestrógenos (como la linaza, el tofu o la soja) pueden ayudar a equilibrar los estrógenos de forma natural.

2. Mantente activa

El ejercicio es clave para mantener un cuerpo fuerte y una mente clara:
Cardio y fuerza para mantener el metabolismo y prevenir la pérdida de masa muscular.
Yoga y estiramientos para reducir el estrés y mejorar la flexibilidad.
Ejercicio al aire libre para obtener vitamina D y mejorar el estado de ánimo.

3. Descansa bien

El insomnio es uno de los síntomas más molestos. Algunas ideas para dormir mejor:
Rutinas relajantes antes de dormir (leer, tomar un té, meditar).
Evitar pantallas y cafeína en la noche para no alterar el sueño.
Mantener el dormitorio fresco y oscuro para reducir los sofocos nocturnos.

4. Apóyate en herramientas naturales

Infusiones como la salvia y la valeriana pueden ayudar con los sofocos y el insomnio.
Aceites esenciales como la lavanda para relajarte y dormir mejor.
Mindfulness y respiración consciente para manejar la ansiedad.

5. No temas pedir ayuda

Si los síntomas afectan demasiado tu calidad de vida, habla con un especialista. Hay opciones de tratamiento, desde cambios en el estilo de vida hasta terapias hormonales (si son necesarias).

Una nueva etapa, no el fin de nada

La menopausia no es "el fin de la juventud", ni el fin de sentirte bien en tu cuerpo. Es un renacer en muchos sentidos. Es una oportunidad para soltar lo que ya no necesitas, conectar más contigo misma y priorizar tu bienestar.

En muchas culturas, la menopausia es vista como una etapa de sabiduría y poder personal. Tienes más experiencia, más claridad y más libertad que nunca.

Sí, hay cambios. Pero con la información y el cuidado adecuado, puedes vivirlos desde la aceptación y el equilibrio.

Y lo más importante: no estás sola en este proceso.

Estrategias para no perder la cabeza (ni la paciencia contigo misma)

Aquí algunas cosas que me han servido (y que pueden ayudarte también):

Escucha a tu cuerpo: ¿Días de baja energía? En lugar de forzarte, baja el ritmo. ¿Días en los que te sientes imparable? Aprovecha para avanzar en lo que te importa.

Cuida tu alimentación: Lo que comes puede hacer la diferencia entre sentirte bien o estar de mal humor todo el día. No se trata de dietas estrictas, sino de darle a tu cuerpo lo que necesita.

Movimiento, pero del bueno: No siempre tienes que matarte en el gimnasio. A veces, una caminata o una sesión de yoga es justo lo que tu cuerpo necesita.

Descanso de calidad: Dormir bien no es un lujo, es una necesidad. Y más cuando las hormonas andan revolucionadas.

Gestión emocional: Aprender a identificar lo que sientes y encontrar formas sanas de expresarlo. Escribir, hablar con alguien, respirar profundo. Lo que te funcione.

No lo hagas sola: La conversación sobre hormonas, emociones y bienestar todavía tiene mucho tabú. Pero abrir espacios para hablarlo, compartirlo y normalizarlo es clave.

Aceptar, fluir y encontrar tu equilibrio

Hubo un momento en mi vida en el que odiaba estos cambios. Me frustraba sentirme diferente cada semana, no tener siempre el mismo nivel de energía, no poder ser "constante".

Hasta que entendí que ser mujer es cíclico.

No estamos hechas para funcionar siempre igual. Y eso está bien.

Ahora, en lugar de pelear con mi cuerpo, trato de escucharlo. De respetar mis ritmos. De cuidarme con más amabilidad. Y eso ha hecho una diferencia enorme en cómo me siento.

Tú también puedes hacerlo. No tienes que "arreglarte". No tienes que "superarlo". Solo necesitas conocerte mejor y aprender a acompañarte con más amor. Tu cuerpo no es tu enemigo. Es tu aliado. Solo hay que aprender a entenderlo

Con cariño,

Olivia.